Mariam Medina
Florencia: una leyenda sobre el arte de la resiliencia y las cicatrices de la ciudad
Uno de nuestros proyectos en el curso de que estamos realizando es la búsqueda de una leyenda, de un motivo artístico o de un elemento que nos resulte interesante para después realizar un pódcast.
Buscamos y buscamos hasta dar con el proyecto que mejor encajaba con nosotros y con nuestro centro. En mi caso, como Centro Tolerante, elegí una historia en la que la poesía y el arte se unían para recordar a las víctimas de un atentado perpetuado por la mafia siciliana en 1993.
En una de las calles paralelas a la galería Uffizi una furgoneta estalló y una familia falleció: un padre, una madre, un bebé y una niña de nueve años. Esta última unos días antes escribió un poema que escribió para el colegio, poema que después llamarían "Atardecer", y que fue una de las pocas páginas que quedaron intactas de ese cuaderno y que la policía enseñó al jefe de la mafia, quien agachó la cabeza sin decir nada.
El poema aparece situado en la parte baja de la casa y esta conserva las cicatrices de la reconstrucción tras el atentado. Las Naciones Unidad dicen que "las cicatrices, tanto visibles como invisibles, nunca terminan de sanar. Pero, a través de ellas, aprendemos sobre perseverancia y perdón".
Un edificio que se ha mantenido en pie, una galería que también sufrió daños, una familia que desapareció; pero a través del arte han permanecido, puesto que junto a la casa hay una escultura en bronce de un olivo con las raíces visibles.
Junto a la casa hay una escultura en el aire de una silueta humana de dos metros de la que salen cuatro pequeñas figuras en homenaje a esa familia y por la noche se ilumina creando una sombra.
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