Sigo disfrutando de mi aventura Erasmus en Porvoo (Finlandia), y la semana sigue llenándose de contrastes fascinantes.
Una de las experiencias más reveladoras fue visitar un colegio de secundaria y primaria finlandés, donde pude comprobar de primera mano por qué su sistema educativo es considerado uno de los mejores del mundo.
Lo primero que me sorprendió fue el ambiente tranquilo y respetuoso que se respiraba en las aulas. Los alumnos trabajaban con concentración, moviéndose con libertad cuando necesitaban cambiar de espacio, pero manteniendo siempre un tono adecuado para el aprendizaje.
Aquí la educación no solo es innovadora, sino que se vive con una filosofía radical: el colegio debe sentirse como una extensión del hogar.
Me llamó la atención ver a todos descalzos – alumnos, profesores e incluso nosotros, los visitantes. "Crear un ambiente cómodo y familiar es fundamental".
Me encantó descubrir su enfoque en habilidades prácticas para la vida. Desde primaria, los estudiantes aprenden cocina, costura y trabajos con madera en talleres equipados como pequeños estudios profesionales. En secundaria, estas materias se combinan con tecnología y diseño, permitiendo a los jóvenes desarrollar proyectos creativos.
El aprendizaje autónomo es otro pilar fundamental. Los estudiantes mayores gestionan su tiempo con flexibilidad, pudiendo elegir entre diferentes espacios de trabajo según sus necesidades. Los profesores actúan como guías, ofreciendo apoyo personalizado cuando se requiere.
Pero no todo ha sido educación. El fin de semana, viajamos a Suomenlinna, una impresionante fortaleza insular declarada Patrimonio de la UNESCO. Pasear por sus murallas junto al mar Báltico, explorar túneles secretos y aprender sobre su historia militar fue como retroceder en el tiempo. Y, por si fuera poco, el atardecer desde la isla, con las olas rompiendo contra las rocas y el viento helado en la cara, fue simplemente mágico.
Para cerrar uno de los dias, asistimos a un espectáculo de música tradicional finlandesa, donde descubrimos el sonido del "kantele" (un instrumento de cuerda típico) y canciones folclóricas que narran historias de bosques y leyendas nórdicas. Fue increíble sentir cómo la música conecta a los finlandeses con sus raíces, incluso en pleno siglo XXI.
Cada día en Finlandia es una lección de vida, y aunque echo de menos el sol y el calor, no cambiaría esta experiencia por nada. ¡Seguiré contando más en próximas entradas!
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